Las ruinas de Tauripunko están ubicadas en la comunidad campesina de San José, distrito de San Buenaventura, noreste de la provincia de Canta, a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, y registran una antiguedad de 1100 a 1500 D.C., perteneciente al periodo Horizonte Tardío de nuestra cultura.
El nombre de Tauripunko proviene de los términos quechua tauri que significa puerta y punko se denomina a una flor silvestre que crece en la zona durante la época de lluvias.
Los arqueólogos Jhony Apcho y Carlos Farfán son los impulsadores del Proyecto Arqueológico Tauripunko. Ellos están interesados en difundir esta antigua ciudadela pre - inca porque su inmensa extensión, así como el uso de los espacios en las construcciones y las numerosas viviendas permiten a las ruinas convertirlas en un potencial turístico de la zona que no sólo incluye la arqueología.
Para conocer Tauripunko, primero llegamos a la comunidad campesina de San José, ubicada en el kilómetro 84 de la Carretera a Canta y cuenta con un clima entre cálido y templado durante gran parte del año. En San José tomamos un desayuno en base a mate de coca, tortilla, cancha tostada, queso fresco y mazamorra de maíz.
Finalizado el desayuno, caminos un poco por la remodelada Plaza de Armas del pueblo y, luego de conversar con los amables comuneros, salimos de San José y recorrimos en auto cinco kilómetros de la accidentada carretera al distrito de Huamantanga.
En el camino observamos innumerables andenes, algunos se encuentran bien conservados. Además, estos andenes fueron regados mediante la construcción de canales, demostrando que los pobladores de Tauripunko tenían amplios conocimientos en ingeniería hidráulica.
Un punto importante para mencionar sobre los andenes es que permitió a los antiguos pobladores conocer los pisos ecológicos. Por el ejemplo el maíz sólo era sembrado en un determinado sector para lograr una excelente cosecha.
Veinte minutos después de salir de San José, llegamos a un camino de herradura y, luego de una hora de ascenso por los cerros, arribamos a una meseta donde se pueden apreciar las primeras construcciones de Tauripunko.
En la meseta descansamos unos minutos para recuperar fuerzas y aprovechamos en tomar un mate de coca para evitar los efectos de la altura y, luego, continuar con el ascenso que nos lleve hasta la ciudadela.
El último tramo duró media hora. Al llegar a nuestro destino, apreciamos la inmensa extensión de Tauripunko. Desde lo más alto de las ruinas observamos las centenares de construcciones de esta ciudadela. Además, se dice que durante la época de esplandor, Tauripunko albergó a 10 mil habitantes, la mayoría ganaderos y tejedores.
Las viviendas en Tauripunko están construidas en piedra y cada una de ellas está conformada por tres o cuatro recintos y un patio. Además están claramente determinados que Tauripunko estuvo conformado por tres barrios, los cuales estaban comunicados por caminos pequeños. No tenían calles, sólo pasadizos.
A pesar que en las ruinas no se han encontrado templos, los cercos y anillos hallados en las viviendas permite llegar a la conclusión que los pobladores de Tauripunko enterraban a sus muertos dentro de los hogares.
Las numerosas construcciones de forma circular halladas en las viviendas de Tauripunko tienen dos motivos: continuar la tradición ancestral y lograr una mejor adaptación a las pendientes de los cerros.
Durante el siglo XV, los incas dominaron Tauripunko, pero su decadencia comienza con la llegada de los españoles, en 1540, quienes inician el proceso de ‘reducciones’ porque pensaban que los antiguos pobladores eran salvajes y tenían que ser trasladados a lugares sagrados como los nuevos pueblos formados con costumbres españolas.
Finalmente, terminado de recorrer la ciudadela de Tauripunko, iniciamos el viaje de regreso, previo almuerzo de una típica pachamanca en la comunidad de San José, pero con la promesa de volver para disfrutar los encantos y la aventuras pocos difundidas que ofrece la provincia de Canta.
ALGO MÁS QUE UNAS RUINASEl Proyecto Tauripunko no sólo fomenta el Turismo a través de las visitas a las ruinas. También pretende rescatar otras costumbres como la danza y música en la Comunidad de San José.
Los violinistas Antonio Espinoza, Romel Villegas y el arpista Marcelino Villegas son los encargados de inculcar el folklore en los más pequeños del pueblo.
La comunidad campesina de San José también se caracteriza por poseer una buena gastronomía. Destacan la pachamanca, el cuy al palo, tamales y la mazamorra de maíz.
Finalmente, esta zona también se caracteriza por ser ganadera. Usted puede encontrar buena carne, además de leche fresca y un delicioso queso.
Redacción: Luz Luna.
Fotografías: Katherine Dávila (1 - 6); Fernando Páucar (7 y 8).